martes, 27 de marzo de 2012

La Juventud es protagonista de este momento histórico.

25 de Marzo de 2012
 
Una Plaza llena de jóvenes. 

No es una novedad, sino un dato patente de la realidad del último decenio. Muchos pibes y pibas comenzamos a militar en 2001-2002 cuando nuestro país se incendiaba, con un presidente que decretaba el estado de sitio, con un pueblo que sobrevivía con ollas populares y clubes de trueques que ayudaban a la subsistencia pero que no dejaban de lado la incertidumbre, la angustia y la desesperanza, ya que la sensación colectiva era que absolutamente todo había estallado y volado por los aires.
Éramos muy jóvenes, sin embargo entendíamos lo que sucedía: una consecución de políticas antipopulares habían generado las condiciones para llegar a niveles de pobreza infernales. Nuestros sueños y proyectos se disolvían, nos dábamos cuenta que nuestros esfuerzos y el de nuestras familias y amistades habían sido infructuosos.
Nos organizábamos como se podía, en asambleas barriales, centros de estudiantes, coordinadoras de villas, centros culturales y banquitos populares y solidarios. Mirábamos apáticamente a los partidos políticos porque los considerábamos responsables y cómplices de todos los males que acaecían en la patria. Queríamos poner nuestro empeño para contribuir a sacar a flote nuestro maltratado país. Así somos los y las que nacemos acá, en Argentina. Nos caemos y nos volvemos a levantar, no era la primera vez que ocurría.
El problema principal era que la sociedad se encontraba inmensamente vapuleada debido a las injusticias gestadas por el salvajismo neoliberal instaurado el 24 de marzo de 1976.
En este contexto, en el año 2003 aparece en escena el presidente electo Néstor Kirchner manifestando que no iba a dejar sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada, y nos proponía volver a soñar con un país en serio. Y con decisiones políticas claras, como la nulidad de las leyes de impunidad, la renovación de la Corte Suprema, el desendeudamiento externo, el NO al ALCA, la defensa del interés nacional y regional, las políticas de generación de empleo y el enfrentamiento abierto a los núcleos concentrados económicos nacionales y extranjeros, hicieron que recuperemos la esperanza, la dignidad, los sueños y los proyectos que habíamos dejado tras aquella terrible crisis.
Por todo este reverdecer, la política se había vuelto a valorizar desde el mismísimo Estado, porque las decisiones del gobierno demostraban una resignificación fundamental. Entonces, la Política vuelve a ser el instrumento de transformación que posee el pueblo ante actores minoritarios, corporativos y poderosos (holdings, accionistas financieros del establishment, grupos de multimedios, sociedad rural, empresas parásitos del estado, burócratas seudorepresentantes de trabajadores, entre otros), reencauzando así el juicio que mejor la describe.
En esta nueva Argentina, los sectores juveniles demostramos estar a la altura de la historia, ya que eludimos la estaticidad y la petrificación y nos subimos al tren activo, creador y militante que nos plantean los hechos que acontecen.
En esta nueva Argentina, los jóvenes nos organizamos en espacios estudiantiles, culturales, formativos, político-partidarios, de trabajadores y sociales, porque entendemos que la organización del pueblo es imprescindible para seguir profundizando el rumbo marcado primero por Néstor y luego por Cristina.
Otro 24 de marzo ha pasado, otra vez reflexionamos sobre lo que nunca más debe volver a suceder. Otra vez pedimos que sigan los juicios a los genocidas y que se profundicen las investigaciones y correspondientes juicios a los cómplices civiles y religiosos que también fueron la dictadura, como exclamaba la consigna de la marcha.
Otra vez los jóvenes llenamos las calles y las plazas, porque sabemos qué es lo que nos jugamos y estamos convencidos hacia donde queremos ir, haciéndonos cargo del presente y del futuro de nuestro destino, seguros de que los/as compañeros/as que ya no están físicamente nos iluminan a través de sus ideas emancipadoras que las seguimos alzando, ¡hasta la victoria siempre!

Homero Cymes